LA PARED EN BLANCO 3
Una de las características fundamentales de la sociedad capitalista es el atraco a mano armada. También el estupro de la inocente virtud, la limpieza de los incapaces o evolución biológica de los seres de dos piernas bajo un suelo de ambición, la inversión de los valores (que no los valores de inversión), el trueque desequilibrado y la mano oculta tras la espada esperando el capital más obsceno.Pero, sobre todo, el atraco a mano armada. Esta pared también recuerda a las fotos de guerra, a las ejecuciones sumarísimas, a las amenazas de miedo, hambre y sed. Uno apunta y otro recibe el tiro. Lo que no parece entender el que apunta al otro es que en cualquier momento ese otro puede llegar a ser él. La naturaleza de las ideas se deshace como un terrón de azúcar en la leche caliente de la insensatez. Y algo que es todavía peor: bebemos de esos vasos fétidos con el ansia del deseo momentáneo, y, aunque las arcadas nos adviertan del mal trago, los hilillos de la leche más caduca nos suelen resbalar siempre por el mentón, formándonos esa segunda piel que nos caracteriza y que se llama máscara. Tan sólo si nos molesta un poco reaccionamos, pero tan sólo restregando nuestras bocas con la manga de alguna chaqueta de marca, inundando de mancha los rostros aún más que antes.El que apunta no es el traidor. El que decide, decide porque alguien tiene que hacerlo. El capitalismo es pura decisión, movilidad, funcionar sin mirar atrás. Yo mismo tengo el hígado hipotecado y parece que todavía funciona el cabrón.En la sociedad capitalista no hay sitio para los indecisos: O se convierten en esclavos o en muñecos apuntados y apuntalados a una muerte segura, tristes y olvidados.
En esta pared en blanco no hay sitio para muchos de nosotros, pero no hay que asustarse. Estoy apuntando tan sólo con un puñado de palabras cargadas de delirio y ternura. Nada más, nada menos.
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